martes, 22 de mayo de 2018

Testimonio

Manto de estrellas

Tomo la ayahuasca y me recuesto, escucho los cantos, los ícaros del chamán, espero… Camino durante largo tiempo por un sendero lleno de árboles grandes de distintos colores: verdes, amarillos, azules, violetas. Me detengo al sentir, muy cerca, un viento suave, miro mi cuerpo y me doy cuenta que miles, millones de libélulas, vuelan a mi alrededor.

- Estoy desnuda, pienso, y siento el aleteo más fuerte. Lentamente comienzo a elevarme entre las copas de los árboles, veo algunos pájaros, después la selva entera y un río muy grande. Más adelante, los océanos y la Tierra.

- Voy hacia el espacio, me digo.
Pronto se hace el silencio, estoy cada vez más lejos del planeta, sólo alcanzo a ver diminutos puntos de luz. Abro los ojos para acostumbrarme a la oscuridad, descubro a Júpiter con sus lunas, parecen globos de gas flotando en el universo. Más tarde observo a lo lejos una espiral con millones de estrellas, comprendo que es la Vía Láctea.

- ¿Cómo es posible que pueda continuar viva en esta inmensidad?, me pregunto, pero no tengo miedo, las pequeñas libélulas acompañan mi viaje. Continúo… ya no hay diferencia entre espacio, tiempo y mi corporalidad, “todo es uno y lo mismo”, me repito.

- En un momento aparecen ante mí múltiples círculos transparentes, voy hacia uno de ellos, me acerco, parece una ventana, pero no hay vidrio, es como una película plástica, la toco y mi mano la atraviesa, pienso en Alicia cuando cruza el espejo, pero desecho la idea, esto es distinto.

Decido entrar, al hacerlo, las libélulas se desvanecen, ahora estoy sola, pero me siento bien, me doy cuenta de que estoy en un lugar lleno de paz. Levanto la vista y entonces puedo verlo, ahí está, tiene la misma mirada, el pelo largo, la misma delgadez, le acaricio el rostro y comienzo a llorar interminablemente, en un abrazo escucho sus palabras: “todo está bien, ya no hay nada de qué preocuparse, la muerte es sólo una parte del todo”, dice, lentamente me tranquilizo y entro en un sueño profundo, mientras él me cubre con su manto de estrellas.

Cruz Elena

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